miércoles, 3 de septiembre de 2008

Browsers, ventanas, y caballos de Troya.

A la profusión de artículos sobre la irrupción de Chrome, el navegador de Google, no agregaré nada; o tal vez sí, la reseña de Denken Uber. Me interesa más la pasión de los últimos años por reflejar la actividad humana -lúdica, profesional, afectiva- en esa aún pobre metáfora que es la ventana de nuestro monitor.

Sherry Turkle, en su libro "Life on the Screen", planteaba esa metáfora donde no había leyes de física para los video games -pero sí las del software, a pesar de que hay bugs en todos los juegos, como en el ejemplo del PacMan-, ni existe la misma psicología que gobierna nuestras relaciones off-line. Sin embargo la lucha por imponer browsers tiene algo de lúdico y algo de lucha de poder, por un objeto que se descarga gratis. Es como si a cada día surgieran nuevos aparatos de televisión que ofrecieran gratis para que se vieran mejor ciertos contenidos.

Ocurre que los browsers gobiernan la forma en que se ve la Web -en ciertos aspectos que pueden parecer menores- y el funcionamiento de cuestiones que corren por debajo, desde máquinas Java hasta ofertas de ciertos contenidos futuros o aplicaciones. Los browsers son, entonces, el caballo de troya por donde baja lo que vendrá. Y por eso Mozilla ahora sufrirá el desembarco de Google en su propia playa, aunque nadie ha demostrado aún que Firefox sea menos que Chrome.

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