Desde que el hombre es hombre siempre trató de representar la realidad para tener poder sobre ella: en cuevas de Altamira, en meetings de Second Life, o en slides de Power Point. Vale en cada caso la pregunta: la representación es precisa o es un mero pase de magia? En Altamira las pinturas infundían ánimo pero no daban poder sobre las bestias, Second Life suena cada vez más a exageración... y el PowerPoint queda bonito pero no cierra el negocio.
Hay estudios en favor -PowerPoint contribuye al entendimiento general- y también en contra -el transbordador Columbia estalló, entre otros motivos, por desinformación. Veamos:
“As information gets passed up an organization hierarchy, from people who do analysis to mid-level managers to high-level leadership, key explanations and supporting information is filtered out. In this context, it is easy to understand how a senior manager might read this PowerPoint slide and not realize that it addresses a life-threatening situation.”
Nice. Pero el PP es ubicuo y nuestra mente acepta las recetas bidimensionales. Entonces sólo nos queda mejorar en tres cuestiones centrales de la comunicación:
- PP es una herramienta visual, por lo cual no debe abusarse del texto
- PP posee algo de despotismo al darle demasiado poder al presentador -hay que balancear esto dando tiempos y repregunta al auditorio-
- PP no disimula las carencias del orador. Deberíamos poder explicar todo... sin el PP. O sea, la vuelta a la antigua mayéutica.
La verdad es cruel. Hay dos razones subyacentes: no queremos que nos entiendan o no queremos mejorar el trabajo. De paso, George Orwell sostenía esta misma opinión, a propósito del lenguaje: la culpa es que somos perezosos.
Presto finale. Cerrar un negocio a veces depende de lo que aparece en la pantalla. Hace milenios el éxito en la caza dependía de las pinturas rupestres... alguien con pereza en la comunicación diría "huy, esto es fuerte".